Por Tesa Vigal
La película hippy de John Huston, un poema de
libertad y paz ambientada en la Francia medieval, durante la guerra de los 100
años entre Francia e Inglaterra. Pero también época de cruentos levantamientos
sociales de los campesinos contra los nobles feudales.
El enfoque de la historia es una de sus
peculiaridades. Contada a través de la mirada de dos seres típicos de la época,
y sin embargo diferentes. Dos seres destinados al olvido de las crónicas, dos
nómadas, dos seres sin patria porque lo que ellos van buscando es el mar. El
mar físico y el mar espiritual, la libertad, lo desconocido, lo misterioso y
profundo.
No sólo por ello no pertenecen a ninguna parte,
también se debe a sus circunstancias personales. Él es un estudiante y poeta y
por tanto su clase social no es la nobleza ni tampoco la campesina. Ella, hija
de un noble asesinado, se ha quedado sin casa ni familia cercana. Los dos van
recorriendo, en esta historia de carretera medieval, los caminos radicales y
violentos de la época, con su magia teatral de carnaval, sus contradicciones,
su imaginación, su lado burdo y sublime, su intensa pasión, su amor exaltado,
sus sueños de ajedrez, su música lírica y mágica de los juglares y trovadores,
su hambre y su crueldad, su entrega incondicional al instante, su maravillosa
incredulidad en lo seguro, su maravillosa credulidad en dragones y milagros.
Esa sabiduría inconsciente que recorre el corazón de la edad media revelando
absurdos los afanes terrenales. Absurdo porque detrás hay algo que siempre se
escapa. Todo ilusorio porque lo único que importa es ese mar inalcanzable. Ese
otro lado del que poder reírse o al que poder atacar, o con el que soñar o al
que maldecir. Como dice una cómica ambulante: “el mar siempre estará ahí, yo
no”.
Nunca he comprendido el motivo de ciertos críticos
para calificarla como obra menor de Huston. Suelen usar curiosos argumentos que
a mí me huelen a prejuicios. Por ejemplo cuando califican de ingenua la visión
pacifista de la época hippy en la que fue rodada. Como si eso supusiera para
ellos algo peyorativo, lo cual es bastante significativo. Precisamente en esta
época, de nuevo convulsa, creo más necesario que nuca cuestionar las
convenciones dominantes (empezando por la tiranía tecnológica y el triunfo
material como única meta a alcanzar). Cuando más se necesita recordar las
utopías para lograr lo que sea posible en sus aparentes imposibles.
Su protagonista femenina es una Angelica Huston de
16 años, que parece salida de un ensueño con aristas. Sublime y cruel, tierna y
fuerte, con un halo legendario presente en general en toda la película, que
empieza con un cadáver flotando en un río de aguas cristalinas y acaba con la
amenaza inminente de otra muerte esperada, a la que ya no se teme porque se ha
elegido la vida. Cuando la muerte forma parte de la vida. Su lado más enigmático
y trascendente, aunque no hubiera vida tras ella. Tampoco se sabe qué hacemos
en este mundo, para qué vivimos. Lo que está claro es que la imaginación
materializa y la libertad sigue dando miedo. Supongo que porque implica mirarse
a uno mismo, cara a cara, y aceptar las consecuencias de nuestras decisiones.
Para bien o para mal. Vértigo. Vida. Laberinto.
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