viernes, 16 de enero de 2015

'Paseo por el amor y la muerte', de John Huston


Por Tesa Vigal

La película hippy de John Huston, un poema de libertad y paz ambientada en la Francia medieval, durante la guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra. Pero también época de cruentos levantamientos sociales de los campesinos contra los nobles feudales.


El enfoque de la historia es una de sus peculiaridades. Contada a través de la mirada de dos seres típicos de la época, y sin embargo diferentes. Dos seres destinados al olvido de las crónicas, dos nómadas, dos seres sin patria porque lo que ellos van buscando es el mar. El mar físico y el mar espiritual, la libertad, lo desconocido, lo misterioso y profundo.

No sólo por ello no pertenecen a ninguna parte, también se debe a sus circunstancias personales. Él es un estudiante y poeta y por tanto su clase social no es la nobleza ni tampoco la campesina. Ella, hija de un noble asesinado, se ha quedado sin casa ni familia cercana. Los dos van recorriendo, en esta historia de carretera medieval, los caminos radicales y violentos de la época, con su magia teatral de carnaval, sus contradicciones, su imaginación, su lado burdo y sublime, su intensa pasión, su amor exaltado, sus sueños de ajedrez, su música lírica y mágica de los juglares y trovadores, su hambre y su crueldad, su entrega incondicional al instante, su maravillosa incredulidad en lo seguro, su maravillosa credulidad en dragones y milagros. Esa sabiduría inconsciente que recorre el corazón de la edad media revelando absurdos los afanes terrenales. Absurdo porque detrás hay algo que siempre se escapa. Todo ilusorio porque lo único que importa es ese mar inalcanzable. Ese otro lado del que poder reírse o al que poder atacar, o con el que soñar o al que maldecir. Como dice una cómica ambulante: “el mar siempre estará ahí, yo no”. 


Nunca he comprendido el motivo de ciertos críticos para calificarla como obra menor de Huston. Suelen usar curiosos argumentos que a mí me huelen a prejuicios. Por ejemplo cuando califican de ingenua la visión pacifista de la época hippy en la que fue rodada. Como si eso supusiera para ellos algo peyorativo, lo cual es bastante significativo. Precisamente en esta época, de nuevo convulsa, creo más necesario que nuca cuestionar las convenciones dominantes (empezando por la tiranía tecnológica y el triunfo material como única meta a alcanzar). Cuando más se necesita recordar las utopías para lograr lo que sea posible en sus aparentes imposibles.


Su protagonista femenina es una Angelica Huston de 16 años, que parece salida de un ensueño con aristas. Sublime y cruel, tierna y fuerte, con un halo legendario presente en general en toda la película, que empieza con un cadáver flotando en un río de aguas cristalinas y acaba con la amenaza inminente de otra muerte esperada, a la que ya no se teme porque se ha elegido la vida. Cuando la muerte forma parte de la vida. Su lado más enigmático y trascendente, aunque no hubiera vida tras ella. Tampoco se sabe qué hacemos en este mundo, para qué vivimos. Lo que está claro es que la imaginación materializa y la libertad sigue dando miedo. Supongo que porque implica mirarse a uno mismo, cara a cara, y aceptar las consecuencias de nuestras decisiones. Para bien o para mal. Vértigo. Vida. Laberinto.


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