sábado, 14 de abril de 2018

Lo incompleto es el destino: 'Eternal sunshine of the spotless mind' de Michel Gondry

Por Tesa Vigal

'Eterno resplandor de una menta inmaculada' es el título de esta peculiar historia, de esas que se escapan de cualquier género. Incluso su desarrollo circular, empezando por el final, en realidad otro principio, no apunta a la repetición sino a la permanencia de algo inevitable (el encuentro de las dos mismas personas) pero de manera diferente. Quizás porque aquello de lo que huimos, cerrándolo en falso, no nos abandona y vuelve una y otra vez a nuestra vida exigiendo ser resuelto, para bien o para mal. Podría ser una forma que adopta el destino y el azar, su aspecto ciego, como si en nuestra vida existieran sucesos aleatorios y otros inamovibles. 

Todo esto se ignora en la primera escena, en la que un hombre se despierta en su habitación y sale hacia su trabajo pero, de pronto, decide faltar ese día y subirse a otro tren, hacia otra dirección para pasear por una playa cercana, donde descubre el primer punto extraño al ver hojas arrancadas en su cuaderno, sin recordar haberlo hecho. En la playa solitaria sólo ve a una mujer, a lo lejos, de cara al mar, y al volver al andén de la estación para regresar a su casa vuelve a verla y entabla con ella una conversación en el tren. 


Y, a continuación, en la manera de contarnos lo ocurrido hasta llegar a esa escena ya está presente el funcionamiento personal de la memoria, con sus saltos al margen de tiempo y espacio, su emocional hilo conductor que estará presente en toda la película, porque ese es uno de sus temas. Ese hombre comenta con sus amigos, con dolorida sorpresa, la carta que acaba de recibir donde lo avisan de que su novia ha decidido borrarlo de su memoria y por tanto no le reconocerá si vuelve a verlo. Y él decide hacer lo mismo. Acude a la misma empresa, donde aplican ese método científico que puede borrar de la memoria un hecho, o una persona. 

El título con el que se estrenó aquí, 'Olvídate de mí', es un poco penoso, al tratar de colar la peli como una comedia, o reduciendo la historia de manera brutal. No sé qué es peor. Sin embargo, su auténtico título expresa a la perfección su contenido, dejándolo ahí para que los espectadores exploren en el laberinto de la conexión entre identidad, memoria, destino y espejos.


¿Somos nuestra memoria? Teniendo en cuenta que la memoria es una selección personal de recuerdos, va a ser que no. Si somos lo que anida debajo de ella, debajo de nuestra historia, nuestra conciencia empieza a fluir por terreno profundo con fuerte olor a fuente. Nuestra fuente. En este caso, nuestro destino sería nuestra propia naturaleza. 

Esa exploración se plasma en la propia forma de contar la historia, con el eje central de esa larga secuencia en la que su protagonista (Jim Carrey) está dormido en su cama, con el casco conectado al ordenador en cuya pantalla vemos las zonas de su cerebro con los puntos a borrar y surgen escenas, imágenes de su memoria a saltos temporales, invocadas por sus propios sentimientos, en un fascinante laberinto por el que corre, huye, o se recrea, acompañado por sus contradicciones. Porque llega un momento en el que se arrepiente y decide recordar, negándose a olvidarse de ella (Kate Winslet), y su recuerdo invocado aparece junto a él en escenarios distintos de los que compartieron, tratando de escapar de ese proceso de olvido.


Fascinante y divertida la escena en la que ambos deciden huir a su infancia, lejos de los puntos apuntados en la lista de recuerdos a borrar, allí donde piensan que no los encontrará ese rastreo amenazante del ordenador. Y allí se refugian, debajo de la mesa de la cocina infantil de él, o en cualquier otro lugar donde ella no estuvo. Por ejemplo, en una tarde lluviosa en el sofá de su casa, donde se sientan y empieza a llover sobre los dos, porque allí se mezclan diferentes puntos en la secuencia de sus vidas. 

Cuando se conocen por primera vez, ella lleva el pelo teñido de verde, en mitad de su relación se lo tiñe de color mandarina, y cuando se conocen por segunda vez, al final-principio de la peli, lo lleva teñido de azul. Este es un punto curioso, reflejo del deseo de ella de marcar etapas, empezar una nueva plasmada en un pelo diferente, en una forzada huida hacia delante, reflejo de su inmediata decisión de borrar a su novio de su memoria. Decisión que parece inútil, así lo muestra también el recorrido de otra pareja de la historia, el doctor que dirige la clínica y la recepcionista, presente en el dormitorio de él, mientras le borran la memoria, y que se acerca seductora a su jefe para descubrir, al salir de la casa y encontrarse con la mujer de su jefe, que ya ha tenido con él una relación de amantes y ya la borró de su memoria.

Esa constatación de la inutilidad de huir de los propios sentimientos y tendencias, que se repetirán una y otra vez, hace que la recepcionista decida mandar a todos lo clientes de la clínica todas las cintas grabadas con sus recuerdos para que sepan lo que han hecho, lo que han borrado de sus vidas. Sepan las consecuencias y... Aquí aparece otro punto sugerente. Quizás eso revele situaciones inevitables en algunos, y en otros no. O en parte sí, en cualquier caso, se conocerán más profundamente y puede que así tengan una base más firme para elegir, o no; para vivir. A eso apunta la última escena, continuación de la primera con la que se abre la peli, cuando ambos escuchan sus propias voces hablando de la pareja que quieren borrar de sus vidas y sus motivos para hacerlo, y al darse cuenta de todo lo que implica, deciden vivir de nuevo una relación pero esta vez sabiendo, aceptando lo bueno y lo malo que los llevará a alejarse o acercarse. Ya se verá, pero con conocimiento de causa.

Acabo con una frase del escritor Lawrence Durrell: "Vivimos vidas que se basan en una selección de hechos imaginarios". Porque en lo imaginario está la inevitable interpretación personal, y en ella el motivo de la selección. O quizás no hacía falta esta última frase.