domingo, 7 de septiembre de 2014

'Al final de la escapada' ('A bout de souffle') de Godard

Por Tesa Vigal

Película imposible de catalogar, con un encanto inolvidable pero turbadora, agridulce, de insólitos diálogos y personajes frescos y auténticos con sus contradicciones a flor de piel. Sin más lejos la última palabra de la película es "asquerosa". Una mirada particular, aparentemente sencilla y, sin embargo, su espontaneidad es como un cofre lleno de recovecos y resortes secretos. De allí salen atajos, rizos, rincones, vueltas de tuerca, callejones sin salida y agujeros negros. Y todo engarzado en un ludismo indómito que es la carta comodín para poder jugar a plena luz y también en la oscuridad.


No es una aventura, sino la actitud aventurera que acompaña a sus dos protagonistas. Jean Paul Belmondo, un ser marginal y seductor, natural y amoral, sincero y en el límite de sí mismo, y sus amores con una chica americana empeñada en descubrir la auténtica naturaleza de sus sentimientos, nada menos, pase lo que pase. Los dos dejan que llegue el viento hasta su cara para responderlo con su aliento. La traducción literal del título de la peli es hasta el último aliento.

La naturalidad perturbadora con que un niño puede sostener la mirada. Y la naturalidad en la interpretación, complementaria con el encanto ambiguo de las escenas amorosas que no suelen salir en las películas, esas que surgen de los diálogos posteriores al sexo, que son los más auténticos aunque se mienta, porque manan del roce inevitable de lo íntimo, lo sexual que los ha precedido.


Historia de un amor imposible, no por intervenir la muerte o cualquier otro tipo de separación exterior, sino por llevar los sentimientos al límite.

Mi favorita es la escena del sombrero compartido donde se fusionan lo sensual, el ludismo, lo mental y lo imaginario. Y el último plano, con Jean Seberg mirando directamente a la cámara con inenarrable expresión. Sus tiempos a contrapelo, su respiración...


Su etiqueta de "nouvelle vague" queda arrinconada, para mí, en el rincón de lo técnico y el limbo de lo clasificatorio. Por cierto, siempre me he preguntado si esta película hubiera sido posible sin el argumento de Truffaut. Como todo lo memorable (ya sea para amarla o para odiarla) desborda etiquetas.


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