lunes, 4 de mayo de 2015

The misfists-Vidas rebeldes de John Huston

Por Tesa Vigal

Aquella noche temblaban los cristales con el tráfico nocturno, mientras veía en la tele 'Los inadaptados', traducción literal del título de ese director tan irregular y humano como inolvidable. Y una perfecta luna llena y la película de Huston eran mi única compañía en aquella noche imprevista. Una película cuyo blanco y negro oscila entre el gris sucio del humo de Las Vegas, y unos radicales contrastes, espesos como tinta china, en las escenas del desierto, con sus escasos y perseguidos caballos salvajes destinados a convertirse en comida enlatada para perros. 

Sobre seres indómitos, por tanto, como sus personajes humanos, a pesar del duro precio que les cobra la vida por seguir siendo ellos mismos. Y protagonizada por actores en el último tramo de su vida. Montgomery Clift (su penúltima película), Marilyn Monroe y Clark Gable (última película para ambos). En Gable su vieja naturalidad socarrona aparece empapada por el cáncer terminal, en forma de mirada alejándose del mundo y unos gestos de austero y gentil empaque. Los ojos de Marilyn son más tristes que nunca, y parece rodearla una solitaria noche añil, con cierto olor a orquídea y a desierto, a tabaco y gasolina. Como en la escena en que sale tambaleándose borracha de una fiesta, rechaza un beso en la puerta y un baile inocente, poderoso y roto surge involuntario y tierno de sus brazos lánguidos y del mar de sus piernas. Y acaba rodeando lentamente, en abrazo perfecto, el tronco de un árbol, y allí se queda inmóvil, con una sonrisa delicada, casi frágil, respirando contra la madera viva en un largo, pleno silencio.

Su personaje conmueve quizás más, conociendo su triste vida de soledad en compañía, pero todos son personajes crepusculares, fuertes por pedir el máximo a la vida -¿libertad y amor?- frágiles por no conseguirlo. De sonrisa sin destino, pasos en la cuneta, ojos desolados y cuerpos que arden solos. Seres que están hechos para vivir, condenados a muerte por falta de escenario, de playas salvajes y compañeros de juego. Islas delicadas como los últimos caballos salvajes de Nevada, convertidos en malditas leyendas.

Nadie olvida a ese tipo de gente, y es que las personas excesivas son incómodas. Algunos las temen, otros las envidian, otros las condenan, y unos pocos las admiran; pero siempre desde lejos porque es más seguro. Esa conversación en la cabina telefónica de los enormes ojos de Montgomery Clift, asombrados por momentos de su propia melancolía, con su madre remota, con una familia que ya no lo es si es que alguna vez existió.

Planos de tesoros, lámparas mágicas, corazón limpio, cuerpo con alma y laberintos, trampas tendidas a sí mismos se percibirán si te acercas a sus miradas. Pero ellos, en general, y en palabras de uno de los personajes, el de Marilyn: "siempre acabo en el mismo lugar en que empecé". Y es que si este mundo es para ellos, lo disimula muy bien.