martes, 28 de octubre de 2014

¿Quién eres tú? el tercer hombre


Por Tesa Vigal

Al finalizar una película memorable uno no sabe qué decir; en un primer momento. Luego, se necesitaría decir muchísimo aunque no se haga. Se está demasiado desbordado por sensaciones, sentimientos, lados desvelados, dudas, certezas, facetas ocultas, laberintos…

Esta película dirigida por Carol Reed está empapada, sin embargo, por la sombra de uno de sus protagonistas: Orson Welles. El tercer hombre es Harry el asesino, Harry el amigo, Harry el amante, Harry el mafioso, Harry el cínico, Harry el doliente (como aquel rey legendario) y Orson Welles irónico, impenetrable, aparente, engaña tontos y “el tercer hombre”. Ese, además, siempre ausente. El que jamás llega a aparecer del todo en la historia, el que jamás aparece en nuestra historia, el que surge constantemente, el que siempre es confluencia del primero y el segundo.


La ausencia y la apariencia hieren los ojos desde el primer plano de la aparición de Welles. Sostenida mueca al fondo de un túnel como si su rostro, cada vez más cerca, fuera atraído por nuestro tren fantasma, o por la hipnosis de la serpiente. Desde Harry a mí, o desde mí hasta Harry. O ambas cosas. Y su expresión es sarcástica y herida, o herida por el sarcasmo, o el sarcasmo herido por una vida en sombras.

La sensación de tener entre las manos gran cantidad de pruebas, irrefutables creadoras de espejos, sobre la identidad de una persona, hacen de ella un misterio aún más insondable.

(Demuestra la experiencia muchas cosas, entre otras que nunca es suficiente la vida para aquellos que padecen sed devoradora)

Y el loro de la ironía es el amigo de Robinson Crusoe y el seguidor de Zane Gray. La genial y divertida escena de la conferencia cultural, donde una vez más hay una confusión de identidades que es justo lo que la motivan. La llegada del conferenciante raptado y el encantador y entregado promotor de aquella “fiesta” son el lado salvador de cualquier naufragio. Quién ama la ironía, es decir quien tenga sentido del humor, siempre suele agarrarse a la tabla salvadora de lo grotesco, lo absurdo y las faunas humanas.

El gesto, en primerísimo plano, de Kurtz (inquietante conocido del tercer hombre) me recordó el paralelo e inicial del genial y turbador presentador de “Cabaret”, de Bob Fosse. Estos adjetivos recorren el eje y la atmósfera de toda la película.

Es tan rara la perfecta e increíble fusión de su famosa música y sus imágenes, como que algunos hablando de Welles dejen en paz a los ángulos, contrapicados y demás zarandajas. Sinceramente nunca lo entendí. Pero hay gente tan superficial que sólo habla de técnica.


El mayor misterio rodea la mayor complicidad. Eso ocurre en el instante anterior a su muerte, cuando Harry con las manos en libertad, sacadas al viento de la calle entre las rejas de la alcantarilla, le indica a su amigo que le mate. Es casi imperceptible y difícil separar su mirada de su rostro, asintiendo suavemente.


El infinito es traído, culebreante y orgiástico, entre el círculo, las dos serpientes mordiéndose la cola… Las dos muertes, los dos cementerios, las dos chicas adelantadas por los dos coches… Y los dos amigos. Porque es la misma chica pero es otra chica, su amigo es su amigo pero es otra cosa, y ni las ruedas ni las gabardinas chocarán contra el viento de idéntica manera. Aún así, todo es un único momento. De ahí, que uno de los planos finales más impresionantes que yo he visto, sea ese sostenido durante varios eternos, inquietantes minutos de Allida Valli caminando hacia el espectador, con toda la pesadez, la densidad y el silencio de la tristeza irremediable, envuelta en la inolvidable música de aire turbador, casi hipnótico. Esa tristeza que no tiene salida y tiene lucidez. Casi melancolía pero más que melancolía. Cuando todos saben lo que va a suceder y lo que está sucediendo, pero ¿qué se va hacer Bernie?


Uno se queda de pie, quieto, y luego, cuando todo ha pasado, enciende el cigarrillo de la última voluntad. ¿Qué va a hacer ella sino seguir caminando?. La música seguirá sonando hasta enloquecer al más atrevido Ulises y los fantasmas poblarán el mundo, esa Viena bellísima de adoquines negros y el camino hacia la ciudad que nos aleja  de todo, para siempre.      

martes, 14 de octubre de 2014

'In the mood for love' de Wong Kar Wai


Por Tesa Vigal

'Deseando amar'. Wong Kar Wai, director de Hong Kong conocido en Europa a partir de “Chunking Express” de 1995, rodada en sólo dos semanas y que ya tiene las características principales de su cine: acción y diálogos frescos y espontáneos, como en la nouvelle vague francesa, pero fundida con un trasfondo poético muy marcado en la imagen y la atmósfera. 


Posteriormente, en 1997, recibió la palma de oro en el festival de Cannes por “Happy together”, una crónica de desencuentros amorosos, en una de esas relaciones amorosas, homosexual en este caso, en las que no se puede estar con el otro pero tampoco sin él.

“In the mood for love” ('en disposición de amar' del año 2000), traducido como Deseando amar, es poesía en movimiento. Y nunca mejor dicho. Esos pasillos de hotel que recorren los protagonistas llenándolos de pasión contenida… O los trayectos hasta el local donde venden comida preparada, o esos cigarrillos de humo interminable, de volutas de anhelo, ensueño, deseo y purificación. El humo y la atmósfera física y psíquica están presentes en sus películas de manera desbordante.

En pocas películas se ha plasmado de manera tan rotunda, como sugerente y rica, la turbamulta de sentimientos encontrados, sin que apenas se expresen con palabras. El espectador se queda prendido y con la boca abierta ante la gama de gestos, miradas y segundos que contienen mundos. Dan ganas de conocer a gente así, se despierta la sed de emociones, se pone en evidencia la pobreza o la limitación de los sentimientos más comunes.


Y la música claro, fundamental. Y dentro de ella, esa canción cantada en español por Nat King Cole y famosa en los años sesenta (cuando se desarrolla la historia) también en Hong Kong: “Quizás”. Al contrario que la canción, que parece querer escaparse como humo, uno se queda atrapado, sin poder escapar, en esa historia amorosa tan original y densa.

El tema de una intensa relación que nunca llega a expresarse físicamente, también es el de otra película tan original y emotiva como 'Lost in translation' de Sofía Coppola, aunque en esta película de Wai la atmósfera es aún más poderosa y densa, más poética y envolvente, más sugerente, hipnótica por momentos.


Pero además trata otro tema, que surge del motivo que les hace contactar (sus respectivas parejas son amantes), que es la indagación del sentido o sinsentido de la fidelidad. Y un deseo contradictorio de comprender a sus parejas por un lado, y no querer parecerse a ellas por otro. Como resultado de todas esas fuerzas emotivas surge una tierra de nadie, fronteriza y aparte, un mundo único donde se mueven y donde conectan a pesar de ellos mismos, donde se encuentran y se reconocen inevitablemente, donde son felices y desgraciados. Y el aire secreto que empapa su relación, no porque se escondan ya que nadie les vigila, nadie les pide cuentas, nadie les censura, sino porque apunta a la intimidad más recóndita de sí mismos. Allí donde se agita la fuente de las contradicciones internas, los sentimientos oscuros, los deseos desconocidos, el sueño tiñendo la realidad y la realidad tiñendo los sueños…


Ese tipo peculiar de secretos que roza lo mágico y lo potente, necesita de algún rito, de alguna clase de magia envuelta en niebla y humo, de nuevo, y de ahí esa mención al viejo ritual de contar en voz baja un secreto así, con los labios pegados en una grieta de un viejo templo, donde quedará depositado y seguirá su existencia desconocida, trasformándose quizás, moviéndose hacia otras regiones de la intimidad, alcanzando a otras terceras personas quizás. Quizás, quizás… Como el título y el estribillo de la canción.

Su última película “2046” del año 2004, retoma el tema de Deseando amar, pero indirectamente, partiendo del fondo de la historia y su personaje masculino protagonista, que aquí es un periodista que se aloja en la habitación de hotel 2046, que es la misma que usan en un momento de Deseando amar.

En esta película se habla de la vida amorosa del periodista, que es en realidad el mismo de Deseando amar. Su pasado, la mujer de Deseando amar, su presente, sus sueños y también las historias que imagina al escribir. Tiene por ello un aire más onírico y sin embargo con mucha más acción. Pero la redondez lograda en Deseando amar aquí no se consigue. Hay momentos mágicos pero en general queda más diluida la historia. Aún así también tiene esa propiedad atrapadora de todas sus películas.
   

martes, 7 de octubre de 2014

¿Existe el destino? una de las preguntas de la curiosa película de Michel Gondry


Por Tesa Vigal

'Eternal sunshine of the spotless mind' de Michel Gondry, aquí traducida como 'Olvídate de mí', es una película circular, aunque no exactamente, sino en espiral. Cuando el futuro con el que se inicia la película no es el pasado, sino una vuelta al momento vital que lo hizo posible. Lo más esencial de las personas implicadas sería el germen que repetiría un ciclo vital pendiente. ¿Hasta que dejara de serlo? Ese es el dilema y es lo que remite a la pregunta: ¿estamos abocados a repetir momentos cruciales?, ¿o en algún momento podemos salirnos de esa cadena, que se acerca peligrosamente a la posibilidad de un destino? 


Ese tema se relaciona, además, con la naturaleza de la memoria y de la experiencia, cuando ambas cosas parecen coincidir básicamente. También se relaciona con la existencia de un “yo” esencial, que estaría más allá de las circunstancias, fundiéndose con ellas de manera personal y que sería, por tanto, el que podría decidir. ¿Libremente?, ¿hasta qué punto? Preguntas que acaban confluyendo unas en otras como la serpiente que se muerde la cola.

El guionista, Charlie Kaufman, es también el guionista de “Cómo ser John Malkovich”, una película rabiosamente original y divertida, en el que un agujero en la pared de un despacho conduce al interior del famoso actor. En 'olvídate de mí' de nuevo nos encontramos en el interior de alguien. Esta vez en el interior del protagonista dormido al que un tratamiento médico voluntario pretende borrar de su memoria todo rastro de la existencia de la amante a quien quiere olvidar. Hasta cierto punto... En esa contradicción se encuentra el interior del protagonista (Jim Carrey), un hombre tímido y callado y bastante aburrido. Su novia (Kate Winslet) ya le ha olvidado a él y esa es la motivación de su novio para olvidarla también. 


 No siempre conocer el futuro de una relación provoca el arrepentimiento. A veces ese conocimiento no impide volver a elegir lo mismo. A pesar de todo... Laberíntico viaje por los recovecos de la memoria, tratando de ir acompañado del recuerdo de su novia a través de momentos y épocas distintas, incluso por aquellas en que no se conocían, y todo con tal de resguardar su recuerdo en algún vericueto de su memoria que no corresponda a su relación y por tanto donde pueda guardarlo sin peligro de ser borrado. Delirante escena de la temprana infancia del protagonista en la cocina de su familia... Magníficas interpretaciones de los dos actores, llenas de vigor y emotividad, de momentos surrealistas y momentos sobrios. De Kate Winslet me lo esperaba porque es una gran actriz, pero Jim carrey me sorprendió agradablemente.

Los decorados y los escenarios pueden cambiar, eso es evidente. También las decisiones "secundarias". ¿Pero también se pueden cambiar las decisiones significativas? Podría ser que aquello de lo que nos arrepentimos es lo único que podíamos elegir en aquel momento. O puede ser que sólo ciertas elecciones de nuestra vida pertenecen al destino, sea lo que sea eso ese toque misterioso conectado a la identidad y la memoria. Que, a su vez, son parte de nuevos enigmas. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

De cómo nació Frankenstein: 'Remando al viento' de Gonzalo Suárez

Por Tesa Vigal

"Hay un mundo de correspondencias que todavía no está, y acaso no lo estará nunca, codificado por la ciencia: de ese mundo, la magia quiere ser la inteligencia y el arte, la expresión" (Robert Kanters) 


Igual que los sueños son la quintaesencia de la vida "real", su íntimo cuaderno de bitácora, el arte surge de la misma dimensión y habla de lo mismo. En palabras de Henry Miller: "la poesía no sólo no distorsiona la realidad sino que habla de su esencia". Una dimensión donde viven y beben los artistas y donde los niños pequeños viven, de manera natural, todo el rato. Hay una escena en la cual le preguntan a un niño si sabe nadar. Su amiguita, en otra habitación y dormida, responde en voz alta en sueños a la pregunta: "no, no sabe". Esta película me recuerda a la película de culto 'Arrebato', de Zulueta (de la que ya he hablado en este blog), porque ambas hablan de lo mismo: el misterio de lo creativo, engarzado en el nivel vital más profundo y desconocido del ser humano.

Esta película cuenta la estancia en la casa de Byron de sus amigos Shelley y su mujer Mary, durante la cual se proponen escribir cada uno de ellos un relato de terror. Mary Shelley escribirá "Frankenstein" como respuesta. Pero esa materialización tendrá todo el alcance que puede llegar a tener el arte. La criatura Frankenstein también se materializará en la vida del grupo con consecuencias dramáticas.

Todos ellos, menos Mary su creadora, serán visitados por una muerte repentina en un corto lapso de tiempo. Shelley, el poeta, se ahogará y quemarán su cuerpo en una pira en la playa, en una escena de conmovedora belleza (es decir lo contrario de lo "bonito"). Byron, morirá meses después en Grecia, a donde se fue para ayudar a los griegos contra la dominación turca. Cuando estuve en Padrás, la pequeña ciudad del Peloponeso donde murió, un griego me contó que todavía se le recordaba como el poeta que vino a ayudarles. Curioso. A la lista de muertes, se unió el pequeño hijo de Shelley y hasta el doctor Polidori (que escribiró el relato 'el vampiro', en respuesta a la propuesta de aquella noche de tormenta en Suiza) se suicidó poco después. 



El artista es el adversario, lo opuesto al poder. Bajo su luz casi todo parece pequeño y absurdo. "Qué inútil es todo..." comenta Byron tras hablar de sus "triunfos" nadando y vendiendo poemas. El arte es tan transformador como el amor y los sueños. Todo depende de meterse en él y vivirlo bebiéndose su esencia. En este sentido depende de la mayor o menor receptividad al misterio, y de su paralelismo con la vida del receptor. Y para crear es indispensable ser fiel a uno mismo. Como Byron dice a su hija, despidiéndose de ella: "compórtate, bien o mal pero compórtate". Es decir sé tú misma, llévate contigo...

Por todo ello el arte es liberador y es peligroso por el poder que encierra. Como en el verso de Shelley que también se menciona en la película: "No despiertes a la serpiente si no sabes que camino va a tomar...". Porque como dice Wiliam James: "Un hombre puede jugar a cierto juego durante años con técnica experta, hasta que un día, en un momento de excitación algo ocurre y el juego comienza a jugar con él".



Dada la personalidad de su director, uno de los más originales del cine español, Gonzalo Suárez, sus emocionantes imágenes están plagas de sugerencia, de preguntas o de respuestas que a veces van en paralelo. Como otro de los temas de la historia, una de las facetas más importantes del romanticismo, la libertad, el amor por ella más allá de cualquier convencionalismo social. Y no sólo en la escena del poeta Shelley desafiando al padre de Mary, su pareja, apostando por relaciones amorosas basadas en la libertad y no en contratos sociales como el matrimonio. También el propio Byron fue un escándalo en la época (y ahora seguiría siéndolo) por la relación amorosa que tuvo con su hermana, de la que acabó separándose por la presión social sobre ambos, a pesar de haber tenido una hija con ella, y de la que siempre habló con una ternura muy especial (él, que tanto usaba la ironía). 


Esta película se estrenó en los años 80, cuando uno de sus protagonistas no eran conocido y apenas habían hecho cine. Me refiero a un insólito y convincente Hugh Grant dando realmente vida al poeta Byron. Otra gran interpretación es la de Lizzy McInnerny como Mary Shelley y José Luis Gómez interpretando al secretario de Byron, Polidori.
Película de las que atrapan y embelesan. Por eso y por su gran singularidad aparece en este blog.