miércoles, 17 de septiembre de 2014

La memoria es subjetiva, 'Memento' de Cristopher Nolan

Por Tesa Vigal

¡Fuhhhh!... Porque no sólo es de las películas que dejan huella, sino que resiste visiones repetidas, incluso en vídeo. La causa es el tema laberíntico que trata: la mente humana. ¿Hay alguien que dude de que el mundo es fruto de nuestra percepción personal? No sólo la memoria con sus infinitas implicaciones desconocidas, pues hasta la fecha sólo se conocen sus efectos relativos, pero no sus mecanismos conectados directamente con el plano subjetivo, que la convierten en un espejo particular e intransferible de la “realidad”. ¿Porqué una amnesia es total, o parcial, a largo, o a corto plazo?. Esas preguntas remiten a una “elección” individual, relacionadas a su vez con el recuerdo distinto que tienen diferentes testigos de un mismo hecho.  

                                                                  
El protagonista de la historia sólo dispone de diez minutos de memoria reciente, pasados los cuales todo parte otra vez de cero. Sin embargo, guarda memoria de su identidad y del resto de su vida anterior al accidente que produjo su amnesia. Es decir es alguien abocado a vivir sólo el presente más corto e inmediato, lo que en sí mismo sería la forma ideal de vivir por la ausencia total de prejuicios, pero en este caso el pasado remoto sí recordado no sólo condiciona sino que es el único motor del presente. 

Esto da como resultado una visión absolutamente sesgada de la realidad, sin que ninguna nueva experiencia venga a modificar las motivaciones antiguas. Como muy bien dice uno de los personajes ¿de qué le servirá vengarse del hombre que mató a su mujer si no podrá recordarlo?. Hay algo patético y conmovedor en su férrea resolución de creer en los tatuajes, notas y fotos en las que va basando su presente investigador, como si esas fotos y notas no pudieran robárselas, cambiárselas, o simplemente perderlas. Pero él no puede admitir eso, porque supondría renunciar a su vida y al sentido que ha elegido darle.

¿Y no es eso en el fondo lo que hacemos todos?. Elegir sensaciones, emociones, pensamientos, hechos, personas. Datos seleccionados y datos desechados de la realidad, que van conformando nuestro mundo único.  La historia de “Memento” no sólo pone eso de relieve, sino situaciones esenciales que nos condicionan, aunque nos pasan desapercibidas dentro del barullo cotidiano. De pronto (han pasado los diez minutos) se ve corriendo por la calle con una pistola. También ve a otro hombre corriendo como él entre los coches. Y se pregunta: ¿qué estoy haciendo?, ¿persiguiendo a ese hombre?. Y cuando el otro hombre corre hacia él y le apunta con su arma, reconoce que no, que es el otro quien le persigue. Ningún dato más puede surgir de ese momento. Salvo que durante los próximos diez minutos encuentre las notas y las fotos en sus bolsillos, o se desnude y vea los tatuajes sobre su cuerpo. Sólo dispone de ese tiempo cada vez que conoce a alguien para catalogarle como persona, para hacerle una foto y apuntar en ella si es amigo, o enemigo, si puede fiarse de él, o no, o qué tipo de relación (siempre efímera) les une. También seleccionará los hechos y personas dignos de recordar en sus notas y fotos, que podrá destruir después al ritmo de su eterna investigación. Investigación mutable, imposible de abarcar por completo, en la que caben las mentiras de los otros y las propias mentiras, que ayudan a hacer soportable y vivible nuestra vida. Igual que cualquier persona con la memoria intacta, eso es lo inquietante.

Tiene una trama absorbente y milimétrica, de diez en diez minutos fascinantes, que se completan de atrás adelante y de delante hacia atrás, según se desarrollen mientras suceden los hechos, o los reconstruya con sus notas y fotos.

Y la visión de los espectadores-testigos de ese hombre conmovedor, a veces patético, visión desde fuera que no puede llegar a la “verdad” aunque los hechos estén rigurosamente ordenados, es lo más perturbador al ponernos a todos frente a la absoluta relatividad de nuestras vidas.

Película única, de múltiples lecturas, que nos atrapa desde el principio, y al final (ese final ambiguo, sorprendente pero lógico) nos suelta aparentemente, y nos hace salir a la calle preguntándonos como su protagonista ¿qué estoy haciendo aquí?, y ¿dónde puedo ir ahora, cómo y con quién?... Solos, caminando con ese gran enigma que es cada percepción y sus consecuencias interminables.

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