Por Tesa Vigal
De 1997. Segunda
peli de Amenábar. Los actores: Eduardo Noriega, Penélope Cruz, Najwa Nimri,
Fele Martínez, Chete Lera. Amenábar recalcaba, en las entrevistas sobre la
película, una de las primeras imágenes: La Gran Vía de Madrid desierta a las 10
de la mañana y un chico que acaba de salir a la calle en su coche, contemplándola
atónito y turbado hasta que el miedo le hace salir del coche y correr ante esa
anomalía, más inquietante aún por ser algo posible y sin embargo absolutamente
insólito. Tan extraño que huele a trascendente: algo ha debido pasar. Y lo que
es peor, algo está pasando. Fuera, en el mundo exterior, o dentro. Puede que
sea cosa de su percepción… Y además está completamente solo. Nadie a quien
preguntar, con quien contrastar lo que percibe.
Es una escena clave
por condensar el eje central de la historia. Su tema principal. Aunque también
lo hace la escena con la que se abre la película: una voz susurra “Abre los
ojos” repetidamente y en la oscuridad. Hasta que una mano apaga el despertador
y su mensaje grabado y un chico se despierta. El mismo que saldrá a
continuación a la calle desierta. Pero también el mismo que a continuación está
hablando con un psiquiatra contándole el sueño de la calle solitaria, tras
despertarse de nuevo, oyendo idéntico mensaje en el contestador… Se ha
despertado dos veces. Ha actuado en sueños y ha actuado en la vigilia. Pero
¿cuál es cuál?
Además no sólo
aparecen en esta historia las experiencias vividas en sueños y en la vigilia,
sino también en otra tercera realidad paralela, virtual en este caso,
producidas supuestamente por una empresa dedicada ¿a qué en realidad?
Y las apariencias. No
sólo en las facetas con las que nos relacionamos con el mundo, sino el aspecto
físico, la “cara” con la que nos presentamos a veces contradictoria, a veces
complementaria, a veces una pesadilla, como la cara monstruosa producto de un
accidente… El protagonista pasa de triunfador a perdedor, y no uno cualquiera
sino un monstruo condenado al aislamiento y al rechazo social.
También hay dos
chicas con diferentes nombres, que en un momento dado tienen el mismo. Y
momentos ya vividos. Identidades que se derrumban y se crean. La identidad, ese
tema que le fascina a Amenábar y que está presente en todas sus películas, más
o menos directamente. “¿Quiénes sois?”, pregunta el protagonista en la escena
final. Y otro personaje le dice en otra escena “a lo mejor no te gustaría la
verdad”.
La historia responde
a esas preguntas, pero de una manera tan inquietante y ambigua, que ese es
precisamente el enorme caudal sugerente con el que te quedas mientras la ves, y
al acabar de verla.
Es de esas películas
que te atrapan por completo, casi hipnotizándote, o bien te deja fuera y no la
soportas. A mí me fascinó. Me parece la mejor película de Amenábar, por ser la
más personal quizás.
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